martes, 12 de marzo de 2013

Gandia Shore #LaGallinaVasca 83


Publicado en la Gallina Vasca  el 19 de enero del 2013 


España nos ha vuelto a ganar por la mano. Mientras la televisión vasca pierde el tiempo con realitys serios, del tipo El conquistador del fin del mundo, en los que priva el sacrificio, el esfuerzo y la constancia, MTV arrasa con Gandia Shore.
Siguiendo la estela de Jersey Shore (USA) y Georgie Shore (UK), Gandía supera con creces a éstos gracias a sus insuperables cotas de cutrez.
Este domingo 20 de enero finaliza la primera temporada. No lloren, el éxito del programa garantiza nuevas temporadas para goce de todos nosotros, yonkis de la vergüenza ajena, adictos al patetismo choni inyectado por tele.

 
Ingredientes. Ocho membrillos ninis sin oficio ni beneficio pero con una virtud difícil de encontrar: son capaces de superar las más altas cimas de ridículo sin que la continua presencia de las cámaras les perturbe lo más mínimo.
Una casa que lo flipas con su bar, su piscina, sus hamacas y su jacuzzi. Dos dormitorios a compartir y un cuarto de invitados, eufemismo de habitación de folleteo.
Preparación: Los chavales trabajan tres horas al día en jornadas alternas repartiendo flyers de un txiringito playero. El resto se lo pasan de juerga y durmiendo la mona. Todo ello, claro está, en un contexto veraniego lúdico pijil. Los establecimientos de ocio nocturno son lo típico: infumables discotecas con una música espantosa y atestado de machos con escote y hembras oxigenadas. Al tercer txupito ellos se quitan la camiseta para lucir tableta y ellas se suben al podium para lucir el tanga.
A pesar de lo frívolo e insustancial del asunto, aflorarán los sentimientos, se precipitarán los conflictos y hasta se vislumbrarán brotes filosóficos, porque a fin de cuentas esta gente es tan persona humana como los demás ¿vale?



Dramatis personae:
Ylenia. Vitalista y brutalmente sincera al principio de la temporada, loca de atar en los últimos capítulos. Su mirada perdida de desequilibrada nos recuerda a las viejas malvadas de los culebrones. Su hostión de morros toda morada ha sido uno de los highlights de la temporada. Autora asimismo del mantra del programa: vámonos a Gandia Shore. Nivel de toxicidad: 9.
Esteban: En un principio, sus tatuajes -mayormente los números de dorsal de futbol americano- nos hicieron pronosticar indicios de minusvalía intelectual. Finalmente ha demostrado ser el concursante con mayores dosis de sentido común. Lo llevaron para hacer el rol de musculoso inflado, versión tierna, y ha cumplido. Sus lágrimas en el penúltimo capítulo lo confirman. Nivel de toxicidad: 5.
Labrador. Rafa Mora de bolsillo. Por algún trauma pretérito necesita reafirmarse continuamente, qué guapo soy y qué tipo tengo. Tan presuntuoso y fanfarrón que a ratos nos recuerda a un Mohammed Ali levantino. Sólo que ni tiene carisma, ni es guapo, ni es rápido. La sombra de ser un polla spagheti le persigue. Autor de una de las mejores frases cuando, dirigiéndose a Esteban, soltó “tienes un corazón enorme, tío, más grande que el puto brazo”. Nivel de toxicidad: 7
Gata: Insufrible y picona. Falsa sin estilo. Responsable en el sentido más repelente. Miau, miau... vete a freir espárragos! Nivel de toxicidad: 8
Core: Hija de papá. Tía buena y ligera de cascos. Inocua y superficial. La famosa agresora del zapato en el primer capítulo. Su reacción, cuando Clavelito y Abraham se la liaron con el asunto de la cama de Ylenia, le hizo subir muchos enteros. Nivel de toxicidad: 6.
Clavelito: Pan sin sal. Es como Rajoy, ni ensucia ni limpia. El perfilado de sus cejas da una impresión turbadora pero Clavelito ha demostrado ser una personalidad extraordinariamente plana. Títere ridículo de Abraham. Con el paso de los capítulos ha demostrado facilidad para las interacciones con lengua en discoteca, si bien le cuesta llegar a la resolución coital. A menudo parece un perrito confundido por el exceso de estímulos. Incapaz de decidir por si mismo, sería mejor para el programa que Abraham lo llevara atado con una correa. Nivel de toxicidad: 6.
Arantxa. Nuestra preferida. Adoramos sus estampados de leopardo y su apariencia de babydoll.
Perezosa e indolente, sí; pero simpática y vital. Hedonista y de buen vino. A Arantxa le gusta besar a la gente y a nosotros nos gusta verla besar. Los filetazos que se da con una chica en la discoteca ha sido de lo más nutritivo de esta temporada. Nivel de toxicidad: 4.
Abraham. Pijo y guapo. Tupé espectacular, cuerpo apolíneo. Intrigante y maquiavélico. Alimenta traiciones y lía conflictos a espaldas de todos. Vanidoso e incapaz para la empatía. Cada día nos recuerda más a Patrick Bateman. De seguir su evolución puede convertirse en un sociópata peligroso. Si lo ven a menos de dos metros, nuestro consejo es que corran. Nivel de toxicidad: 10.


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